Había escuchado muy buenas críticas sobre Samanta Schweblin, especialmente dentro de lo que podríamos llamar la comunidad lectora, en redes sociales y espacios similares. Sin embargo, me pasó algo un poco decepcionante: ninguno de sus cuentos me pareció realmente extraordinario.
Tiene un estilo narrativo que se destaca frente a otras autoras y autores; su manera de describir las cosas es muy vívida y realista, lo que ayuda muchísimo a imaginar escenarios y ambientaciones concretas. También disfruté poder identificarme con algunos escenarios por transcurrir en mi país, lo que aportó cierta familiaridad. Aun así, sentí que no explotó todo su potencial y que podría haber profundizado más, especialmente en los desenlaces.
El marco que creaba nunca se correspondía ni estaba en sintonía con cómo podría haber terminado cada historia. Esto podría ser positivo en otros casos, pero acá no me dejó satisfecho con casi ninguno de los seis cuentos ni con sus finales. A veces los finales abiertos buscan invitar a la reflexión o imaginación del lector y pueden sentirse apropiados, con un halo de misterio. El problema surge cuando ese recurso se vuelve repetitivo en los cuentos del mismo libro y pierde el encanto inicial.
Repitió muchos recursos en varias partes de sus historias, y al tercer o cuarto cuento ya sentía que había leído lo mismo una y otra vez.
Las historias más destacables me parecieron «La mujer de Atlántida» y «El Superior hace una visita», aunque siento que también quedaron cortas en cuanto a sus finales.